La ruta |
El perfil |
Esta marcha ciclista se celebra los años pares. Se supone que consiste en ir desde Barcelona a Perpinyá y volver a Barcelona. El recorrido varía todos los años y, según me contaron, solo en el primero se llegó a Perpinyá. Sí que se llega siempre a Francia atravesando el pre-Pirineo por la parte de Girona y, al menos esta vez y la anterior de 2014, se hizo un control en Amélie-les-Bains. El recorrido total está homologado como una brevet de 600km, en esta ocasión fueron 610km que no es mucha diferencia, lo malo es que esos 10km de más los ponen al final y así sí que se notan.
Esta marcha está considerada como una de las de más desnivel acumulado, dentro de las marchas de este tipo, que se celebran en España. En esta ocasión la organización anunciaba 7.000m y la cota máxima a la que se subía era de 1.518 m.s.n.m. Puede parecer que no es una altura demasiado elevada pero hay que tener en cuenta que el punto de partida es 0, el nivel del mar. No sé de dónde saca la organización esa altura acumulada, supongo que se basa en el cálculo de Open Runner, la aplicación que utilizan para diseñar la ruta, aunque a todos los participantes que utilizamos Strava nos daba más. A mí 13.000m. a mi amigo Jordi 10.000m. Y he visto otros rondando los 8.000m. En cualquier caso hay muchas subidas, no demasiado empinadas pero sí de varios kilómetros con una pendiente constante del 6% ó el 7%.
Esperando a la salida |
Despertando expectación |
Tomamos la salida desde el velódromo de Horta 115 ciclistas, 108 de los cuales conseguiríamos terminar. Para evitar grupos grandes en la salida, la organización hace pasar a todos los ciclistas por un primer control en donde se sella y se pone la hora a cada uno en la cartilla de ruta y a partir de ese momento se puede empezar. El velódromo está situado al pie de una sierra, continuación hacia el norte de la montaña del Tibidabo. Hay que cruzar esa sierra pero antes la ruta baja hacia la ciudad atravesando la ronda de Dalt y por calles (y semáforos) vuelve a cruzar la misma ronda por la carretera de Cerdanyola. En este punto siempre encuentro a ciclistas que vienen de otro lado, deben ser randoneurs locales que se conocen un camino mejor y se ahorran, subidas, bajadas, cruces y semáforos. Se continúa por la carretera del cementerio de Collserola desde donde se puede ver casi toda Barcelona con las primeras luces del amanecer. Sin pretenderlo coincido con cuatro madrileños que participan en esta marcha, Susana y Andrés de Cicloworks, Andrey y Paredes. Coincidir es un decir, nos juntamos y separamos constantemente en función de los diferentes perfiles de velocidades entre sus bicis y la mía. Continuamos junto al río Besós hasta Vilanova en donde la ruta atraviesa la montaña para bajar al borde del mar en El Masnou.
La ruta discurre durante 35km por la carretera de costa junto a la vía del tren. Es un tramo totalmente llano en donde ruedo bastante deprisa. No obstante me alcanza una locomotora formada por los ciclistas de la Peña de Massamagrell. Van muy rápido (para lo que es una marcha de 600km) pero no me cuesta trabajo ponerme al rebufo junto a unas cuantas rémoras como yo que los valencianos han ido recogiendo por la carretera. Con tan magnifica compañía llegamos al primer control de Pineda de Mar, en el km 74 donde nos espera un desayuno bastante digno a base de sándwiches, fruta, galletas, frutos secos, etc.
Cuando salí del control solo quedaba yo, la gente anda todavía muy apretada y no quiere perder tiempo. La ruta se separa de la primera línea de mar hasta Tossa. A partir de ahí y hasta Sant Feliu se pasa por una de las zonas más bonitas de la costa. La carretera va bordeando los acantilados, subiendo a los cabos y bajando hacia el interior para cruzar los ríos y arroyos que desembocan en el mar. Es un tramo duro de subidas y bajadas constantes pero que compensa con el paisaje. La pena es que estaba nublado y las vistas estaban algo apagadas aunque era de agradecer para pedalear una temperatura fresca sin el castigo del sol.
Abandonamos definitivamente el mar cuando llegamos al 3er control en Castell d'Aro km 128 donde encuentro comiendo a mis amigos madrileños. Salgo del control un poco después que ellos y aprieto para alcanzarlos y poder rodar un rato juntos. Van rápido y me cuesta un poco aunque todavía tengo que ir levantando el pie del acelerador para no gastar demasiadas fuerzas, todavía queda mucho camino. Vamos poco a poco ganando altura. El paisaje va cambiando, queda atrás el mar y lo que le rodea, urbanizaciones, carreteras por todos lados, rotondas, etc. Nos adentramos en el paisaje que dominaría todo el resto de la ruta hasta acercarnos a Barcelona, amable campiña con campos de cultivo y ganado, rodeados de árboles, con grandes extensiones de bosque mediterráneo en muy buen estado de conservación y todo salpicado de masías mejor o peor conservadas pero casi nunca horterizadas como ocurre en las edificaciones de otras zonas. Este tramo es el más largo de la ruta y a pesar de tener a favor la belleza del paisaje y la favorable climatología llegamos a Olot con ganas de descansar un rato. Allí, en el control 4, km 229, consigo antes de que se acaben una de las últimas raciones de macarrones, los que llegaron después se tuvieron que esperar a que trajeran más. Yo tuve que esperar a que trajeran más plátanos. En este control es donde vi por primera vez a Jordi que salió de Barcelona unos minutos antes que yo. Salía del control cuando yo entraba. También coincidí allí con David del club Pueblo Nuevo con quienes hice el viaje a París este verano para participar en la PBP.
A la salida de Olot me encontré con una pareja de ciclistas procedentes de Canarias que se acordaban de mi del brevet de 300km en Algete. Ellos tienen que viajar a la península para estas cosas porque allí no se practica ese tipo de ciclismo. Se trataba del canario Samuel y el holandés, residente en Canarias, Herman. Yo me adelantaba en los llanos y las bajadas y ellos me alcanzaban en las subidas coronando casi juntos. Desde Olot (440m) se sube casi ininterrumpidamente hasta el Coll d'Arles (1518m) durante unos 40km. En ningún momento hay repechos fuertes, creo que no se pasa del 6% ó el 7%, pero el esfuerzo es considerable teniendo en cuenta lo que íbamos llevando ya a las espaldas. A los pocos kilómetros empezó a tronar y enseguida a llover. La temperatura era buena y estábamos subiendo así que no nos pusimos ropa de agua, además la cosa tenía pinta de no ir a durar mucho como así fue aunque nos dio tiempo a empaparnos. Unos 6km antes de llegar al Coll empezó a llover, esta vez con más ganas. Ahora parecía que la cosa iba a durar más porque todo lo que nos rodeaba estaba totalmente cerrado, ya estábamos más altos y la temperatura había caído bastante lo que unido al viento nos dejó helados. Suerte que en ese momento pasáramos por una gasolinera que, aunque cerrada, nos dio la ocasión de protegernos mientras nos poníamos ropa. A mí me temblaba todo el cuerpo. Mientras tanto la tormenta arreció dejando paso al granizo. Tuvimos que esperar un rato a que amainara junto con otros ciclistas que venían detrás y se fueron refugiando en el mismo sitio. Por fin la lluvia fue bajando de intensidad y nos pudimos poner de nuevo en marcha. Yo seguía helado a pesar de ir subiendo. Estaba empapado y no conseguía sacarme el frío del cuerpo. Poco antes de llegar a la cima se retiraron las nubes y pudimos disfrutar de los últimos minutos de sol del día que además nos regalo con un soberbio arco iris. La bajada a la zona Francesa hasta Amélie-les-Bains donde estaba el control 4, km 315, por un valle ya en sombras fue épica, la carretera muy virada y mojada, el firme muy rugoso los primeros kilómetros, el tembleque por el frío, el cansancio, etc. Mi consigna fue "no caerme" ya que me daba la sensación de que todo se conjuraba para que así fuera.
Cerca de coronar el Coll d'Arles |
La parte francesa del recorrido |
Llegamos a Amélie-les-Bains ya de noche. En el interior del control la típica escena de desastre con gente abrigándose con mantas térmicas, bolsas de basura, papel de periódicos, toallas, temblando y tratando de secar su ropa como podían. Yo ya no tenía tanto frío, al ir perdiendo altura la temperatura había subido y había conseguido entrar algo en calor. La cosa mejoró en el interior del control, un polideportivo, debido a que allí la temperatura era algo más alta que en el exterior. Al entrar me encontré a Jordi que se disponía a salir bastante abrigado. Me contó que lo había pasado mal en la bajada porque casi no tenía fuerzas en las manos para accionar los frenos. La comida arroz hervido, maíz en grano, jamón cocido, tomates y queso Camenbert. Luego plátano y café con magdalenas.
Salí del control con toda la ropa que tenía encima, maillot, manguitos, chaleco, corta vientos y chubasquero y aunque continuaba mojado poco a poco, ayudado por el terreno que subía, entré en calor, incluso tuve que bajarme alguna cremallera. Ahora se trataba de cruzar de nuevo el pre-Pirineo hacia Francia pero por un paso menos elevado. Las flechas amarillas que la organización había colocado en todos los cruces que tan bien se veían de día, de noche no se veían casi, no estaban hechas de material reflectante por lo que había que estar muy atento. Perderse en estas circunstancias puede ser un desastre que sólo se puede resolver haciendo kilómetros de más. Mis amigos canarios que habían salido un poco después terminaron alcanzándome y poco a poco me fueron dejando atrás. Yo no quería forzar porque todavía quedaba mucho camino por delante. Nos volvimos a encontrar entrando en el control 5, km 353, en Maçanet de Cabrenys.
Desde lo alto de la montaña, hacia el lado español, la imagen era un poco sobrecogedora. Se veía toda Cataluña cubierta de nubes y relampagueando por todas partes. La verdad es que daba un poco de cosa pensar en seguir el camino durante toda la noche. El control estaba situado en un garaje agrícola, con todo tipo de trastos y aperos en su interior, incluido un tractor. Se trataba de un lugar muy poco acogedor aunque la amabilidad de las personas que se encontraban a su cargo casi conseguían paliar la primera impresión. Un par de tazas de caldo caliente también contribuyeron a cambiar la perspectiva. Habíamos llegado a las 00:14 del domingo y tanto los canarios como yo habíamos elegido ese sitio para que nos llevasen las bolsas con nuestras cosas por si decidíamos pasar la noche allí. Yo me encontraba bien, no tenía sueño ni estaba excesivamente cansado al igual que les pasaba a los canarios. Cambiamos impresiones y decidimos continuar. En estas estábamos cuando empezó a llover, primero flojo para pasar en pocos minutos a ser un diluvio. Nos habían dicho que hasta San Esteve, el siguiente control, había 88km y al principio un puertecillo de 4km seguido de una sucesión de toboganes. Decidimos esperar a que amainara. Poco a poco la lluvia remitió y nos pusimos en marcha.
Yo salí primero en la confianza de que Samuel y Herman me alcanzarían en el pequeño puerto que había a los pocos kilómetros. La perspectiva de rodar de noche, solo, lloviendo, por unos parajes casi salvajes y sin apenas pueblos no era la más atractiva para mí en esos momentos. Al poco de salir dejó de llover y ya no se veían tantos relámpagos en el cielo, incluso llegué a ver Marte. En la subida vi las luces de los canarios detrás mío pero no terminaron de alcanzarme, pensé que tal vez no eran ellos, podría tratarse de una casa o un coche que se desviase por algún camino lateral y seguí para adelante. Después de la subida el terreno bajaba pero no podía ir muy deprisa porque no tenía una luz lo suficientemente larga para ver en qué curva me metía al tratarse de una carretera mojada y sin líneas blancas. En algún caso tuve que dar un frenazo antes de entrar en una curva. Pensé que lo último que me podía pasar era salirme de la carretera cayéndome por cualquier terraplén. No me encontrarían ni los buitres. Uno de mis fantasmas cuando círculo de noche, y sobre todo si voy solo, es chocarme con algún animal. A veces he visto corzos cruzando la carretera. En este caso me pareció ver un jabalí agazapado en la cuneta. Puede que se tratase de una piedra con forma de jabalí, pero de ser así era una piedra recién caída, demasiado cerca del asfalto. Lo que estoy seguro que no eran piedra es quienes hacían ruido corriendo en medio de un trigal, a mi derecha, incluso uno de ellos se metió en el haz de luz de mi foco, se trataba de un jabalí de carne y hueso, no de piedra. Alucinante fue pasar cerca de una masía, de estas reconvertida en establecimiento hotelero, en medio de la nada, lejos de pueblos y ciudades pero con la música a todo volumen que se oía kilómetros antes de llegar, con luces de discoteca alumbrando la carretera. Menos mal que no me vieron pasar, hubiese sido muy fuerte el contraste de ambos mundos tan diferentes, yo no entiendo muy bien lo que hacían pero seguro que ellos entenderían mucho menos lo que hacía yo. La paradoja es que a pesar de todo tal vez no les faltase razón.
Al fin llegué a la carretera nacional que lleva a Olot. Ahí se podía mantener un ritmo más rápido pero a pesar de eso los kilómetros se hacían interminables. Lo peor fue al llegar al tramo, a unos 25km de Olot, en donde la carretera se convierte en autopista. Se ha conservado la antigua nacional y era por ahí por donde discurría nuestra ruta, pero era necesario andar constantemente pasando de un lado a otro de la autopista por puentes, rotondas y túneles. También había que enfrentarse a unos buenos rampones marcados para que no hubiese dudas con un 10%. En 2014 también pasé por Olot de noche y al igual que en este caso se me hizo pesadísimo e interminable. Rotonda tras rotonda, cruces, semáforos, los malditos badenes. En algún caso no veía las señales en las rotondas (a veces porque no las había) y tenía que dar la vuelta al ruedo para orientarme. Me hacía gracia imaginarme qué pensaría cualquier insomne asomado a una ventana, a las tantas de la madrugada al ver a un tipo con una bicicleta estrafalaria dando vueltas a la plaza como un torero a quién han concedido una oreja.
Por fin llego al control 6 de Sant Esteve d'en Bas, km 441. Son las 5:42 está empezando a clarear y estoy destemplado, cansado y hambriento. Un caldo caliente y pan con tomate y butifarra me reviven un poco. Lo que termina de arreglarme el cuerpo es el echarme unos 20 minutos en una de las tumbonas del control, creo que no duermo pero me relajo y termino de entrar en calor. Cuando me levanto ya ha amanecido y el sol da otra perspectiva al paisaje. Al salir me encuentro con Samuel y Herman que vienen con la misma cara desencajada que debía traer yo cuando llegué. Me explican que habían pinchado y que al igual que a mí ese tramo se les había hecho interminable.
San Esteve está situado en medio de un bonito valle rodeado de montañas que ese día estaban coronadas por nubes de estancamiento. Para salir del valle hay que subir a esas montañas por una carretera con buen firme, de pendiente constante, que atraviesa un frondoso bosque durante unos 12km. Poco a poco voy entrando en calor hasta llegar arriba para luego descender a todo trapo por el otro lado mientras me cruzo con numerosos ciclistas que suben, es domingo y se ve que es una ruta muy habitual para los ciclistas de la zona.
Nubes de estancamiento en San Esteve |
Llego al control 7, km 496, en Sant Julià de Vilatorta en donde como plátano y frutos secos. Ya me quedan unos 116km. Me animo a mí mismo pensando que equivale a una sesión de entrenamiento de un día normal, eso sí, en la que están incluidos un puerto y dos medíos puertos antes de llagar a Barcelona. A la salida del control la carretera desciende y voy a buen ritmo. En frente se ve una montaña con unas antenas y una carretera que sube junto a ellas. En 2014 cuando pase por aquí pensé que sería una putada que la ruta pasase por allí y efectivamente pasaba por allí. Ahora ya lo sé y me lo tomo con paciencia. Con todo lo peor no es la subida, al comenzar las primeras rampas un trailer me pasa a toda velocidad a menos de medio metro. Me da un susto de narices a pesar de que ya estoy curtido. Me consuelo pensando que no es que no me viese que sería lo peor, sino que le pudieron las prisas. Quienes no debían tener ninguna prisa pero iban a toda leche haciendo un ruido de mil demonios eran numerosos moteros que se tomaban el puerto como si fuese el circuito de Montmelò adelantando a todo bicho viviente en línea continua y donde se terciara. En alguna curva ciega a derechas temí que alguno ciñendo demasiado me llevaran por delante. Una vez arriba la carretera desciende hacia el control 8, km 541, Calders, con el viento a favor y las ganas de llegar voy a toda velocidad. Allí, al igual que me pasó en el control anterior, me encontré con un ciclista que partía y con otro que entró otro cuando salía yo. Los mismos ciclistas en ambos casos. A estas alturas las posiciones están muy consolidadas. Comí en la sala vacía "pa amb tumaca i pernil" con fruta y frutos secos. De nuevo en marcha, me quedaban los dos medios puertos. Al principio la carretera baja al fondo de un estrecho valle para ascender de nuevo por la otra vertiente. Es el primero de los medios puertos que me faltaban. Una vez arriba se ve la sierra de Montserrat lo que indica que se está ya cerca de Barcelona.
Montserrat al fondo |
Se desciende de nuevo hasta Cerdanyola del Vallès en donde el viento de tierra está arreciando bastante lo que facilita la marcha pero hay un punto, en el polígono industrial, en que se da un giro cara al viento justo en una rampa de más del 10% de unos 500m de larga en el que me tengo que poner a tope para no terminar empujando la bici. Por toda esa zona se tiene la sensación, que no se confirma al ver el recorrido en un mapa, de que se está dando vueltas de un lado para otro sin sentido con el único fin de completar los 600km de ruta previstos. Una vez cruzada la Riera de San Cugat se inicia la ascensión de unos 7km que culmina en la montaña desde la que se baja a Barcelona. Me paro a hacer una foto y desciendo tranquilamente hasta el velódromo d'Horta.
De nuevo en Barcelona |
Al llegar allí, es tradición completar una vuelta en su interior. Yo no me atrevo a subirme a la rampa y la doy por debajo. Solo faltaría darme un trastazo justo al llegar, aunque pensándolo bien, de tener que ser, ese sería el mejor momento y el mejor lugar.
Vuelta al ruedo |
El carnet de ruta |
34 horas siguiendo estas señales |
Los datos según Strava
Distancia: 614,2km
Tiempo en movimiento: 27h 52'
Tiempo empleado: 34h 3'
Velocidad media en movimiento: 22 km/h
Ascensión acumulada: 13.163m ¿?