"No dudemos jamás de la capacidad de un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo.
De hecho, así es como ha ocurrido siempre."
Margaret Mead

miércoles, 16 de julio de 2014

La Ronde Aliénor d'Aquitaine es un súper brevet de 1200 km

La Ronde Aliénor d'Aquitaine es un súper brevet de 1200 km que se ha celebrado en 2014 por primera vez. Al parecer Aliénor d'Aquitaine cuenta entre sus méritos el de haber sido reina por dos veces en dos países diferente Francia primero e Inglaterra después.
Con lo difícil que es ser reina y va esta señora y lo consigue nada menos que dos veces. Empezamos bien. Si debió ser de armas tomar la señora veremos como es la ruta dedicada a ella.


Se comienza en Burdeos, casi al nivel del mar, rodeando la región de Aquitania en el sentido de las agujas del reloj primero hacia el este y luego hacia el sur por el interior hasta los Pirineos coronando el mítico Coll d'Aubisque (1.709m) por el que ha pasado innumerables veces el Tour de Francia, se baja hasta el nivel del mar por Hendaya y se continúa hacia el norte por la costa de las Landas hasta Burdeos.
La salida fue el domingo 6 de julio a las 20:00. Sigo sin entender el motivo de empezar algo así a esa hora a no ser el de garantizar que te pases al menos toda una noche en la carretera con sus inconvenientes, frío, humedad (nosotros tuvimos hasta niebla), no ver el paisaje, ir más despacio, tener más posibilidades de despistes y accidentes, más dificultad (o imposibilidad en el caso de Francia) para obtener comida o bebida, etc. Curiosamente en este último aspecto la organización nos había advertido de que la única forma de obtener agua a esas horas en Francia era en los cementerios ya que todos ellos cuentan con una fuente. También nos recomendaron los cementerios como un lugar tranquilo para dormir. No se me habría ocurrido pero seguro que es verdad.

Yo llegué a Burdeos el día anterior para poder preparar todo con tranquilidad, ir palpando el ambiente y estar descansado. Di una vuelta por Burdeos por la mañana un poco volado porque dejé aparcado el coche en el centro de la ciudad con la bici y todo el equipaje dentro y volví a comer y a intentar sestear en la zona de la salida el Complejo Deportivo de la Sablière en Hailsham, al NO de Burdeos.

Finalmente tomamos la salida a la hora prevista 177 ciclistas de los que 41 abandonarían, la mayoría en los Pirineos. Esto da idea de la dureza de este brevet en el que se pasa del nivel del mar a los 1.709m. del Coll d'Aubisque además del constante sube y baja del País Vasco francés. 

Los primeros kilómetros transcurrían por vías ciclistas un poco estrechas y había que andar con cuidado porque era complicado adelantar en muchos tramos y todo el mundo quería ir deprisa para colocarse en el grupo más adecuado a sus pretensiones. Como me pasa siempre, pe coloqué en el grupo de cabeza hasta la primera meada que fue enseguida quedándome detrás y perdiéndole de vista definitivamente hasta el primer control (Saint Emilion km. 51) a la segunda.

Al llegar al primer control todos se bajaban de la bici rápidamente para ponerse a la cola de sellar la cartilla de ruta. No entiendo esas prisas por ganar segundos en una prueba de decenas de horas, pero supongo que todo el mundo había encontrado el que creía ser su grupo y no quería perderlo. Yo llegué a las 21:48

A la salida del control ya empezaba a ponerse el sol. Circulábamos desde la salida con viento a favor por la campiña francesa y carreteras tranquilas de muy poco tráfico. Enseguida se hizo de noche. Circulaba sólo hasta que alcancé a un grupo de unos 30 ciclistas. Con un grupo así, desde mi reclinada, se marcha muy mal porque te restan mucha visibilidad. Además suben más rápido que yo obligándome a apretar más de lo razonable y en las bajadas me obligan a frenar. Me terminé poniendo en la cabeza de ese grupo y poco a poco me fui distanciando de ellos. Se pasan cientos de rotondas en las que hay que estar muy atento a ver en el GPS qué salida tomar a la vez de mirar al tráfico. Como de cerca no veo bien el GPS, a veces me equivoco de salida y tengo que dar la vuelta para entrar de nuevo en la rotonda y es ahí cuando el grupo que llevaba detrás me sobrepasaba y vuelta a empezar. Después de hacer el ridículo dos o tres veces decido resignarme a ir con ellos, por otro lado la perspectiva de circular sólo toda la noche tampoco es muy ilusionante. 

Llegamos al control de St Pierre de Cole km 170 a las 2:00 del lunes. Estaba helado y empapado por la humedad de la noche. La sopa que ofrecían en el restaurante donde se hacía el control me resucitó.

Al salir del control me puse un poco más de ropa, sobre todo guantes largos porque traía las manos heladas, recoloqué el cartel del número de participante que se me había descolocado y tropezaba con la biela en cada pedalada y continué yo solo. Estaba un poco arto de tirones, piques  y carreritas. Iba rebasando pequeños grupos de ciclista y ciclistas solitarios. Poco antes de llegar al control de Badefols-d'Ans  había un coche parado en medio de la carretera con las luces de emergencia encendidas, delante una ciclista en pie con su bicicleta y gesto confundido. La pregunté si todo está bien contestándome que sí. Había sufrido una caída y tenía rozaduras en las manos y la cara. El conductor del coche que estaba junto a ella resultó ser de la organización y me dio las gracias. Luego la vería en el control comiendo mientras la curaban sus compañeros. Me encontraría con ella más adelante, se ve que continuó aunque ignoro si terminó.

Llegué al control Badefols-d'Ans km 214 a las 5:17 del lunes. Era la hora de desayunar de verdad. El control estaba situado en un restaurante en dónde se podía comer, además de los tentempiés gratuitos de todos los controles (bebidas, frutos secos, bizcocho, fruta, etc.) un desayuno a base de bocadillos, café, bollería, etc.

Al salir del control ya había amanecido. A la salida del pueblo hay un cruce que pasé de largo y el GPS activó la alarma de desvío de ruta. Mientras estaba parado para reubicarme pasaron dos ciclistas franceses indicándome con mucha seguridad que sí, que la ruta continuaba por la carretera en la que estábamos, así que les seguí hasta que, unos kilómetros más adelante, en otro cruce ellos también se pararon, deliberan, consultan la hoja de ruta y llegan a la conclusión de que hay que volver sobre nuestros pasos hasta el cruce en donde nos habíamos juntado. Fueron sido casi 20km de regalo ¡¡buen comienzo!!

Los kilómetros seguían cayendo despacio mientras al atravesaba la campiña francesa. Empezaba a necesitar algo más de comer al llegar al control de Monpazier km 304 a las 10:30. Se trata de un pueblo medieval con una bella plaza porticada del siglo XII en la que está situada la organización del evento. Como sólo daban bebidas y tentempiés, me acerqué a una boulagerie cercana donde compré comida más consistente. En ausencia de bares como en España, las boulangeries francesas suponen una tabla de salvación de ciclistas exhaustos. Lástima que a las 6 de la tarde estén todas cerradas, cosa que no pasa con los bares españoles. En previsión de esto compré comida extra para llevar por sí acaso. 




Entre este control y el siguiente de Grenade sur l'Ardour es donde nos cayeron los aguaceros más serios del recorrido. El primero dura más de media hora y cae con ganas, luego sale el sol, y llego a secarme. A lo lejos se ve una gran nube, la carretera serpentea en dirección a su centro, a veces gira y parece que nos alejamos pero al poco vuelve a girar y nos dirigimos a lo más oscuro hasta que parece inevitable, me coge de lleno. Llovía intensamente con un par de dedos de agua sobre la carretera no, quedaba otra que aguantar el chaparrón a base de chubasquero, luces, etc. Duró más de una hora y por momentos parecía que iba a durar indefinidamente porque no se veía un claro por ningún sitio. A la altura de Port Sainte Marie km 380 después de cruzar el Garona el sol salió con la fuerza de julio y todo lo que llevábamos encima sobraba repentinamente. 

Llegué al control de Grenade sur l'Ardour km 477 a la hora de cenar (en Francia se entiende) aunque todavía hacia sol. El control estaba en un restaurante donde nos ofrecieron un menú no demasiado generoso ni demasiado exquisito pero que sabía a gloria. El siguiente control, donde pensaba dormir, estaba a 72 km al pie de los Pirineos. Se trataba de la última etapa de la jornada. Pronto se hace de noche, atravieso la campiña jalonada de granjas. Son las típicas granjas de los cuentos de niños, con todo tipo de animales, cobertizos, cultivos, etc. Los pueblos son muy pequeños y alejados unos de otros, muchos de ellos sin una luz de alumbrado público, fantasmagóricos en medio de la noche, sin nadie por la calle. Sólo alguna ventana iluminada en alguna casa revela algo de vida. No me extraña que alucinen cuando vienen a España, con nuestro excesivo bullicio a cualquier hora del día o de la noche, nuestras luces de nuevos ricos. Se trata de dos extremos diametralmente opuestos.

Llegué al control de Soumoulou km 541 a las 23:00 del lunes. Fue una etapa agotadora. Llegué cansado y helado del frío y la humedad. Además estaba empezando a tener una molestia en la pierna derecha, por encima del empeine del pie que se manifiesta un poco cuando pedaleaba y mucho cuando caminaba. De hecho cojeaba cuando iba de un lado para otro. Me dan una sopa de legumbres y verduras que me parece exquisita (y en realidad lo era) y tremendamente oportuna. Ducha tibia tirando a fría y a dormir un rato. Resulta que me he equivoqué al etiquetar las bolsas y mandé la que contenía ropa de más abrigo al control del borde del mar y la de ropa más ligera al de los Pirineos. No disponía de una manta fina que me había puesto para dormir. Me acosté a las doce para que me avisasen a las 5:00. No fue necesario que me llamasen, a las 4:00 ya me había despertado el frío.
El desayuno en Soumoulou dejó bastante que desear. Salí del control a las 5:00 del martes un poco temeroso de lo que me espera, sabía que iba a ser la etapa más dura del recorrido. El pie me dolía pero el dolor se calmaba a medida que iba entrando en calor hasta desaparecer. Al principio el camino es llano pero poco a poco se va empinando hasta que llegan las verdaderas rampas del Coll du Soulor. La primera de ellas está anunciada por un cartel indicando, que quedan 10km para la cima y que la pendiente media del próximo kilómetro es del 9%. En el GPS voy viendo 10%, 11%, 12% y hasta 13% puntualmente. Con lo que llevamos a la espalda se las trae. Me lo tomé con mucha tranquilidad. Subiendo sin forzar y aún así adelanté a un ciclista en una reclinada que debía ir a la mitad de velocidad que yo. Más adelante a otro que iba andando empujando su bicicleta ¡¡cuando casi faltaban 20km para llegar arriba!! Fueron 10km duros, de paisaje espectacular e interminables. No se cumplieron mis temores de pasar este puerto de noche y lloviendo. Hacía buen tiempo y era de día. No me podía quejar. Empecé a notar que el desayuno no era lo contundente que sería de desear. Me tomé una bolsita de fruta triturada, enseguida otra y otra, la cuarta y última cae al poco tiempo.







Llegué al Coll d'Aubisque (1.709m) km 609 y mitad del recorrido tuve suerte y el bar regentado por una ruidosa cantinera estaba abierto. Bocadillo de jamón, café con leche y pastel vasco.
Me puse toda la ropa que tenía y comencé la bajada por las tremendas rampas sin correr mucho porque no quería que el cansancio me traicionase y acabar en el suelo. Me había dejado de funcionar el pulsómetro. Supuse que como otras veces es culpa de la cinta pero me extrañaba que fuese así, de repente, mientras estaba parado en el bar. Curiosamente, y a pesar del café que acabo de tomar, en este tramo me entró sueño ¡¡bajando y cuando hay que estar más atento!! 

La carretera desciende continuamente hasta el control de Sauveterre de Bèarn km 701 en donde llegué a las 14:24 del martes. Comí un menú a base de ensalada de pasta y enseguida continúe de nuevo. Quedaban 88km hasta el control de Hendaya, iba bien de tiempo y aunque el viento se suponía que iba a soplar fuerte de cara hasta el siguiente control, nada hacia suponer que este iba a ser el tramo de más incidencias de todo el recorrido ya que tardé unas 7 horas ¡¡a unos 12,5km/h de velocidad media!! 
Primero empezó a llover al poco de salir, paré y me puse la ropa de lluvia, luego paró de llover y me la volví a quitar. Al rato pasó lo mismo hasta que me cansé y decidí que sí llovía y me mojaba ya me secaría. Al final terminaría lloviendo en serio y me tuve que volver a parar para equiparme. A todo esto el cambio trasero empezó fallar, no entraban bien las velocidades, se saltaba, etc. Paré a revisarlo pero no vi nada. Deduje que era culpa de la lluvia hasta que en un momento dado dejó de cambiar del todo. Paré y me di cuenta de que se había soltado el cable, era lo que pasaba que se estaba soltando. Volví a apretarlo, le di un poco de tensión, me puse en marcha y... funcionaba perfectamente, fue lo único que me salió bien en este tramo.  

A los pocos kilómetros había un cartel de carretera cortada a 200m y desvío. Me fui por el desvío por una carretera ascendente. Pensé más tarde que podía haber recorrido esos 200m para echar un ojo, ya que tal vez el obstáculo era viable para una bici aunque fuese echada a un hombro (es un decir en una bici reclinada) pero ya era demasiado tarde y continúe. Subí mucho y a la bajada el firme era tan infame que no pude correr y recuperar parte del tiempo perdido. Total unos 10km de más.

Más adelante el GPS empezó a ir muy lento hasta que se apagó. Aprovechando que iba despacio en una subida lo volví  a encender pero no termina de arrancar. En esas estaba cuando tropecé con la rueda en el pequeño bordillo que había al borde de la carretera y me caí de cabeza en la cuneta. Menos mal que no iría a mucho más de 12km/h y que la cuneta era herbosa. Sólo me hice daño en el amor propio y en el pie que cada vez lo tenía peor. Saqué el Garmin eTrex que tengo de repuesto. No tiene cartografía de la zona pero si que tenía metidas las rutas. Lo puse en marcha y me di cuenta de que me había alejado de la ruta. Estaba cerca de Bayona cuando debía haber pasado antes por Hendaya. Además al estar lejos de la ruta no podía seguir el track en el GPS de repuesto, de momento este otro terminal no me era de mucha utilidad. Saqué la conclusión de que debía retroceder unos 12km hasta Hasparren y allí sí podría seguir la ruta en el GPS de repuesto fijándome en la rayita del track en el mapa. Afortunadamente el GPS principal arrancó. Guarde en la memoria el track que había venido siguiendo y que parecía habérsele atragantado y funcionaba. Llegué a Hasparren de nuevo y retomé la ruta. Empezó a llover, esta vez en serio y no me quedó más remedio que ponerme ropa de agua. Había perdido mucho tiempo. Estaba empezando a estar hambriento, flojo y no tenía comida. Observaba que ya está todo cerrado. Hasta las gasolineras estaban cerradas a las 18:30. Entré en pánico ¡¡Sólo me faltaba tener una pájara!! Me acerqué a un camping por sí estaba abierto el restaurante o el supermercado. La dueña me dijo que estaba todo cerrado. Ni siquiera tenía un trozo de pan para darme. El marido pareció hacerse cargo de la situación y me indicó un hotel/restaurante que podría estar abierto. Afortunadamente estábamos en el país vasco-francés y las costumbres son un poco otras. Estaba abierto, le pregunté a la chica de la recepción si me podía preparar un bocadillo y me dijo que tenía que mirar a ver si tenía pan. Afortunadamente tenía pan y me preparó un bocadillo de "fromage" que me supo a gloria. 

Ya estaba empezando a anochecer de nuevo cuando reemprendí el camino. Llegué a Hendaya km 789 a las 22:09 del martes. Allí tentempié rápido y camino hacia Bayona. Me uní a un grupo de tres eslovenos, concretamente dos eslovenos y una eslovena. El viento arreciaba al estar más cerca de la costa pero ahora de espaldas. Cuando se circula de noche en bicicleta siempre se tiene la sensación de ir más deprisa, pero en esta ocasión ibamos deprisa de verdad. Pasamos por el puerto de San Juan de Luz como una exaltación. La eslovena me comentó que había estado en España haciendo la Madrid-Gijón-Madrid. Le gustó particularmente los 40°C de día y los 10°C de la noche según me comentó para mi sorpresa. Volvía a llover y el tráfico era intenso. Resulta una combinación desagradable, lluvia, tráfico intenso, deslumbramientos, viento, etc. Estaba deseando llegar a Bayona.

Cuando entré en el control de Bayona km 825 eran las 24:00 del martes. Decidí dormir allí. Se me hacía muy largo Mimizan donde pensaba pasar la segunda noche, a unos 90km. Me quedé sin muda, sin toalla, sin ducha, etc. pero fue mejor así. Dormí con la misma ropa que la noche anterior que era la misma que había llevado puesta todo el día. Para no repetir la experiencia del frío de la noche anterior me arropé con una manta térmica que me regaló mi amigo Javier Arias con forma de funda en la que te puedes meter como sí fuera un saco. Hacía tanto ruido al intentar introducirme dentro, en un dormitorio con más gente, que desistí y me tapé por encima. A la mañana siguiente tendría que abandonarla al no ser capaz de volverla a plegar y que abultase razonablemente.

Los desayunos no fuero el fuerte de la organización. Café pésimo y bizcochos del Carrefour. Me puse en marcha de nuevo a las 4:00 del miércoles junto con otros cuatro ciclistas que más adelante iría dejando poco a poco atrás. El camino de salida de Bayona es una sucesión interminable de rotondas, cruces y badenes. Habremos pasado cientos de rotondas y miles de badenes.

Al ir acercándonos a las Landas la carretera es una sucesión de rectas interminables. Todavía era de noche cuando en una de esas rectas vi una luz de ciclista. Poco a poco me fui acercando hasta que le rebasé. Era el ciclista reclinado que subía empujando la bicicleta en el Coll du Solulour. Debió pasar toda la noche sin dormir -yo tampoco es que haya dormido mucho- pero no se debió perder como yo entre Sauveterre y Hendaya.

Por fin encontré una boulangerie abierta a las 7:00. Gran bocadillo, café con leche grande, croissant y pinka de chocolate.

Entré en el control de Mimizan km 917 a las 8:45 del miércoles. Tentempié rápido y de nuevo en camino. El viento que la noche anterior era SO favoreciéndonos pasaría a rolar a lo largo del día hasta el NO terminando por ser de cara hasta Yzans du Mèdoc km 1.136. Digo viento pero en realidad era un vendaval. Suerte que esa zona de las Landas tiene mucha vegetación y lo amortiguaba bastante. Se agitaban mucho más las copas de los árboles más altos que los arbustos junto a la carretera. Ese mismo viento en Castilla hubiera sido demoledor. 

Camino de Pyla, pueblo famoso por su impresionante duna, la más alta de Europa con más de 100m, el tráfico se fue haciendo cada vez más intenso. Los franceses conducen muy rápido y son muy impacientes. Te adelantan en una carretera estrecha sin arcén aunque venga otro vehículo de frente. Te pasan cerca y casi llegan a cerrarte el camino cuando terminan algún adelantamiento  muy justo. En esas circunstancias no vi un solo gendarme. Cerca de Pyla hay muchos carriles bici pero pensados más que nada para dar paseos, no para viajar, con constantes discontinuidades. Eso da pie a muchos automovilistas a acosar a los ciclistas que no los usan. Algunos me voceaban desde sus coches. A una pareja de españoles que participaban en este brevet, María Jesús y Román, de Vitoria, llegaron a pararles un coche cerrándoles el paso para que abandonarán la carretera. El único gendarme que vi fue un motorista que se me puso al lado para indicarme, no se sí como sugerencia o como orden que había a mi disposición un carril bici. Entré en el carril hasta que estuve a punto de atropellar a una mamá que corría junto a sus dos hijos en bicicletas con ruedines  y que no me vio venir plantándose en medio del camino cuando pasaba yo. Después de la experiencia británica del año pasado y de la francesa de este, la conclusión es que prefiero ser ciclista en España que en esos otros dos países. 

Llegué a Pyla sur Mer km 982 a las 12:15 del miércoles. Como no había un control oficial entré en una tienda a que me sellasen la cartilla aprovechando para comprar comida. Ensalada de pasta, pizza y pastel vasco. Cuando estaba haciendo picnic con mi compra en las afueras del pueblo se me acercó una vecina de una de las casas junto a la que estaba. Yo pensé que era para echarme la bronca por pararme allí pero no, venía a ofrecerme agua. Se llevó mi bidón y me lo trajo lleno de agua con hielo. Luego, al poco rato, apareció con un trozo de pastel que había hecho ella y que terminé comiendo en Madrid.

Poco antes del control de Adernos des Bains km 1.022 alcancé a un ciclista. Era muy mayor, como de 70 años, se me pegó a la rueda y entramos juntos a las 14:30. Mi acompañante se bajaba con dificultad de la bicicleta, tanto que las personas que estaban en el control se prestaron a ayudarle. Cuando se ponía de pie no se podía estirar del todo. Parecía mentira que hubiera sido capaz de llegar hasta allí.

Continuamos camino. Mi anciano amigo y yo con otros dos ciclistas que estaban en el control y que decían conocer el camino al siguiente punto de paso. Un par de veces les tuve que rectificar pero era buena compañía en el peor tramo de viento en cara. En Lacanau km 1.059 sellamos en el Casino y nos costó bastante encontrar "la carretera de la playa" que dice la hoja de ruta y que no es más que una pista forestal asfaltada.

Entramos los cuatro en el penúltimo control antes del de llegada Montalivet km 1.106  a las 18:40 del miércoles dónde cenamos un estupendo menú. Allí compartí mesa un rato con María Jesús y Román que salieron antes que yo. Desde allí reservé por correo electrónico hotel en Burdeos porque calculé que llegaría a dormir allí pero a una hora en la que ya habrían cerrado la recepción. Quedaron en dejarme la llave de la habitación en un cofre situado en la puerta del hotel y del que me dieron la clave de apertura. Me quedé más tranquilo, me veía durmiendo en el coche a la llegada. 

Como quería llegar cuanto antes, no me esperé y salí yo solo del control llegando al siguiente, Saint Yzan du Mèdoc km 1.136 a las 20:45. Antes de salir de nuevo aparecieron los dos franceses con los que había rodado las anteriores etapas y decido esperarles (el otro de más edad se quedo descansando un poco más en el anterior). Se acercaba la noche y pensé que sería mejor entrar en Burdeos con alguien que lo conociese. Ser francés no significa saber entrar en Burdeos. Uno de ellos iba siguiendo la hoja de ruta pero el otro no lleva ni hoja de ruta ni GPS ni nada. No obstante se empeñaba en ir delante y le teniamos que rectificar desde atrás más de una vez. Acabé siendo yo con el GPS quien les dirigía, pero aún así fue mejor la compañía.

Estabamos muy cansados y nos ibamos arrastrando, pero como el viento era favorable nos arrastramos rápido. Atravesamos la zona de cuidadísimos viñedos de Burdeos al atardecer por carreteras casi desiertas lo cual resultó ser un respiro después del estrés de la zona de Pyla. Pasamos delante de magníficos castillos/bodegas también perfectamente cuidados e iluminados. 

Por fin llegamos a Le Haillan km 1.200 a las 23:47 del miércoles, es decir casi 76 horas después de tomar la salida. Habían entrado delante de nosotros unos 25 ciclistas

Definitivamente tenía el pie fatal. Solo podía andar cojeando y conducir era un suplicio. Llegué al hotel deseando quitarme la ropa después de haberla tenido puesta durante 48 horas y recorrer con ella más de 600 km. 

La ducha es un placer difícilmente imaginable en circunstancias normales. Dormir y en una cama también.

A la mañana siguiente el pie estaba algo mejor. Resultó ser una infección de la piel, "celulitis subcutánea" que estoy tratando a la hora de escribir esto con antibióticos y antiinflamatorios. Me encontré al salir del hotel, cuando ya tenía el coche cargado, con una rueda pinchada. Tuve que vaciarlo de nuevo y cambiar la rueda. Me tocó hacer el viaje de vuelta conduciendo con la pierna envuelta en una toalla con hielo. 

1 comentario:

Jose A. Jimenez dijo...

Impresionante, amigo Roberto. Y además, en menos de 80 horas, lo cual es todo un récord. Enhorabuena.