"No dudemos jamás de la capacidad de un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos para cambiar el mundo.
De hecho, así es como ha ocurrido siempre."
Margaret Mead

domingo, 24 de febrero de 2008

Andrea



Desde hace algo más de 3 años soy abuelo de Andrea. Ser abuelo es para mi lo mas parecido a ser padre otra vez. Cambia el grado de responsabilidad por un lado y el momento vital de la persona por otro, la nueva perspectiva de la infancia es muy enriquecedora. Dicha nueva perspectiva contribuye, junto a la mayor experiencia de la vida, a un mejor conocimiento de nosotros mismos y del resto de las personas y a fijarnos en detalles que antes, más jóvenes y más acuciados por el día a día, desbordados por la nueva experiencia de ser padres nos habían pasado desapercibidos.
Lo primero que me llamó la atención de Andrea, que al ser una niña normal podría estar hablando igualmente de cualquier otro niño de su edad, fueron sus primeros actos de rebeldía. A los pocos meses ya empezó a negarse a ciertas cosas. Me llamó la atención como un ser sin ningún recurso propio, absolutamente dependiente de sus padres y sin ninguna otra experiencia desde que nació que no fuese dejarse hacer, en un momento determinado tiene la capacidad de decir NO, de elegir otra opción de rebelarse de pensar por sí misma. ¡Que pena que perdamos esa capacidad con el tiempo! viendo a algunos parece imposible que la hayan tenido alguna vez.
Otra cosa que me llama la atención de Andrea -repito que lo mismo podría decir de cualquier otro niño- son las ganas de vivir, la alegría con la que vive cada momento. Cualquier ocasión es perfecta para la risa y el juego, para inventar historias y personajes. Todo acontecimiento es digno de ser recibido con interés y curiosidad.
Me resulta sorprendente por un lado la capacidad de abstraerse, de sumirse en sus asuntos y por otro la de permanecer con los cinco sentidos en alerta por si algo de lo que hacen o dicen los demás la interesa. Es capaz de estar inmersa en algún juego o actividad, sin reaccionar a nada de lo que se le diga y de repente dejarlo todo para prestar atención a lo que estás hablando o haciendo en ese momento al percibir una palabra o una acción que le interesa.
Es de destacar el tremendo esfuerzo por entender que realiza cuando la estás contando algo, complicado para ella, pero que la interesa mucho. No he visto nunca a un adulto que preste tanta atención a lo que se le dice, que haga tal esfuerzo por comprenderlo. La mayoría de las veces las personas, cuando conversamos, estamos pensando en otra cosa, o en lo que vamos a responder cuando nos toque el turno de hablar. Muchas veces te das cuenta, por las respuestas, que tu interlocutor no te ha entendido porque no ha prestado atención a lo que le has dicho que no ha seguido tu hilo argumental. Hay conversaciones que no son sino monólogos.
Resulta también sorprendente su capacidad de seducción, cuando quiere conseguir algo, la inteligencia con que acomete la tarea, como aborda con cada uno la estrategia mas adecuada en cada momento. Nada que ver con la torpeza y prepotencia de muchos adultos.
En fin, una nueva experiencia.

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